Dicen que el movimiento se demuestra andando. Y el primer paso siempre es el más difícil. Bueno, eso es lo que dicen.
En mi caso, el miedo escénico a la hoja blanca — o a la pantalla blanca, para lo que es el caso — nunca existió. De hecho, los que me conocen me acusan con frecuencia de diarrea verbal. Y razón no les falta.
Así que para este, mi primer post, seré breve por primera y última vez. Los que me sufris a diario en Facebook o en Twitter ya sabéis cómo y de qué escribo. Tendréis que disculpar mi prosa tropezada y sarcástica. Habréis de acostumbraros a mi crítica hacia todo lo que no me parezca justo. Y os aburriréis de oírme hablar sobre social media, que para eso soy tan fiel seguidor como desconocedor de sus técnicas.
Creo firmemente en el humor. Me parece bastante absurdo tomarse demasiado en serio una vida como la que vivimos en un mundo como el que habitamos. La vida es el mejor chiste al que nos enfrentamos cada día. A veces no tiene gracia; a veces resulta hiriente; en ocasiones nos saca una medio sonrisa; rara vez nos da una lección suficientemente buena como para no olvidarla por mucho que nos empeñemos.
Y poco más. De esto se trata aquí. Si les gusta, están Uds. invitados. Y si no, también lo están. A su libre elección. Recuerden, al fin y al cabo, la filosofía de un gran genio que parecía saber mucho de esto que llamamos vivir:
«Estos son mis principios, señor mío. Y si no le gusta, tengo otros» (Groucho Marx)
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