Hace unos días, leía un artículo sobre la relación entre los estudios publicitarios y la fecha exacta en la que la sociedad considera oficialmente iniciada la Navidad. Como siempre, mi primera reacción fue soltar un gran ¡albricias! mientras cogía la bufanda, abrigo y orejeras al uso para marchar presto y raudo en pos de la tradicional compra de turrones, dulces y utensilios varios típicos de la tradición navideña.
No obstante, justo antes de lanzarte a la aventura mercantil, tuve lo que los alcohólicos y Samuel L. Jackson llaman un momento de lucidez y en ese momento, como vulgarmente se dice, se me cayeron los palos del sombrajo.
Que sí, que sí, que nadie tiene mas ganas que yo de que llegue el comienzo de la Navidad. Por Dios, pero si hay años en los que no quito el abeto ni el nacimiento hasta Marzo y, aún entonces, lo hago a regañadientes. Soy un dickensiano incurable tal que, si se pusiera a mi alcance, le daría un rotundo puntapié al estúpido de Mr. Scrutch en aquella parte donde la espalda pierde su noble nombre, por patán y mal encarado.
Pero la verdad es que tengo que admitir que me invaden ciertas dudas respecto a si este año la Navidad no se habrá cogido vacaciones. Y no es solamente porque los ánimos del personal anden mas justos que la biblioteca de Belén Esteban – que también -; es que tengo la terrible sensación de que este año no estamos con muchas ganas de ponernos la careta navideña.
Metidos como andamos en plena cruzada hacia la secularización de nuestra sociedad, no termina de resultar muy coherente el apostar por la Navidad, por mucho que no le venga bien a los señores del cortinglés. Y yo casi que me alivio por ello.
Mucho me temo que, en caso contrario, alguna lumbrera con cargo público acabe exigiéndonos que, en lugar de un portal de Belén, instalemos en nuestras casas una maqueta representativa de un centro de acogida multi-étnico. O, mejor aún, de un homenaje a los caídos en el maquis de la Guerra Civil Española -así, en plan película de producción nacional, tan alegres y monotemáticas todas ellas… -. Y que en vez de los tres Reyes Magos, coloquemos las figuras de los miembros de La Trinca. Y que todo Papá Noel sea sustituido por un busto de Willy Toledo.
Mira, casi que no. Que no está el horno para bollos. Sería una pena interrumpir esta corriente popular en post de cepillarnos toda tradición popular bajo el siempre sólido argumento de que «no mola». Todo eso solo son cosas que aparecen en los episodios de «Cuéntame» – que, por cierto, están ambientados en la época en la que eramos niños, ergo, nosotros sí hemos disfrutado de esas cosas de la Navidad a gusto, ¿verdad, pillines?
Pero no, mejor no. Ya habíamos quedado en que no queremos que nuestros hijos se contaminen con estas paparruchadas con las que nos traumatizaron nuestra infancia, que bastante pasta nos ha supuesto en psicoanalistas superar aquello de tener que besar una vez a un señor vestido de Papá Noel con lamparones y un cierto tufillo a cazalla. Y de todas formas, ¿Para qué? Si ya se bastan por sí solos sus nuevos ídolos: los Bakunins o Bakugans o como demonios se llamen, y las niñitas repelentes de Putito Feo. Eso sí que es disfrutar a gusto… De hecho, yo creo que de seguir así, en breve los bancos van a tener que sacar un nuevo producto financiero – al atractivo interés fijo establecido del 78%, punto arriba, punto abajo – para que los progenitores podamos pagar los tratamientos psiquiátricos de nuestros pupilos el día de mañana, porque éstos sí se van a quedar bien tocados.
Claro que, por otra parte, es entonces cuando me hace el espíritu rebelde que, mira tú por donde, siempre tiende a empeñarse en hacer lo que le da la real gana, máxime cuando ello suponga contravenir las modas del momento. Y, como no podía ser de otro modo, la tensión arterial acaba por disparárseme…
Para empezar, este año he tenido que llegar casi a las manos para meter en vereda a mi agencia de publicidad a fin de que la campaña de publicidad de este año tuviera un Papá Noel. Ellos querían sustituirlo por la imagen de una modelo internacional un poco yonqui posando con mirada lasciva…. Estoy seguro que hubiera tenido una altísima aceptación popular, pero es que me ha salido la vena respondona.
En segundo lugar, he decidido torturar a todo el edificio contrarrestando los berridos histéricos de Lady Gagá, ese señor tan ameno, con una dosis de villancicos a un volumen potencialmente letal. El pobre de Bing Crosby se me está quedando afónico, pero al menos he conseguido que mi patio de vecinos respire un aire remotamente parecido al navideño. Si quieren rock&roll, lo van a tener…
A continuación, he decidido que este año mi empresa va a enviar a todos nuestros clientes, proveedores y amigos un Christmas de felicitación. Así de duro, con un par… ¿Quien dijo miedo? Y las postales del Atleti tan majas que ya habíamos comprado tendrán que esperar a mejor momento…
Y, por último, voy a hacer que la visa eche humo comprando regalos para todos, excepto para aquellos que dicen que los regalos navideños les parecen una hipocresía y una vergüenza materialista de unas fiestas que nos obliga a consumir. Para evitarles problemas de conciencia recibiendo regalos hipócritas, los voy a dejar con un palmo de narices.
Al fin y al cabo, todos sabemos que, los que dicen que no tienen por qué comprar regalos precisamente en Navidad sino que puede hacerse en cualquier otro momento del año, son los mismos que dicen otro tanto por San Valentín, el Día del Padre, el de la Madre… Al final nunca terminan de encontrar ese otro momento los pobres, de modo que nunca hacen ningún regalo. Pues me parece que este año van a recibir de su propia medicina…
Y los demás, ya pueden hacer lo que les salga de los mismísimos. Por mí, como si quieren celebrar el Solemne Solsticio de Invierno oyendo un disco viejo de Sabina y comiéndose una hamburguesa del Burriking.
Yo, por mi parte, me quedo con Raphael interpretando ese Tamborilero tan gracioso que hace, cenando pavo relleno el día de Nochebuena con todos los míos y brindando por una Feliz Navidad plena de paz y armonía. Y si ustedes gustan, están invitados. Faltaría mas, como es debido entre gente con buen gusto.
En cualquier caso, sea como sea, ¡¡¡Feliz Navidad – o sucedáneo – y felices fiestas a tod@s!!!
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