Durmiendo con el enemigo

A mi socio le va la marcha. Maltrata a su gente; les da cera; los tiene sometidos y machacados; no les deja expresarse, ni opinar, ni informarse, ni reunirse libremente. Ni siquiera aspirar a tener una vida mejor. Los tiene exprimidos, explotados, expoliados, exhaustos; los hace sudar tinta china un día sí y otro también.

Y si se les ocurre protestar, pueden pasar el resto de sus vidas encerrados en una celda. En el mejor de los casos. A lo peor, podrán conseguir sus cinco minutos de gloria mientras la televisión estatal retransmite su ejecución en prime time. Dudo que Andy Warhol estuviera pensando en esta clase de famas cuando pronunció su frasecita de marras, pero viene que ni al pelo…

Mi socio no es solo un avasallador o un negrero; es un tirano, un dictador depravado. Uno de sus deportes favoritos es pasarse por la piedra sistemáticamente el rollito ese tan pesado de los Derechos Humanos -mandéee? -. ¡Qué le vengan a él con derechitos a estas alturas! A él precisamente, al padre de la revolución del proletariado, los campesinos y los obreros; estaríamos buenos, solo faltaría eso, hombre ya… Así que, confirmado: mi socio es un explotador, un tirano y un maltratador.

Pero vosotros sabéis perfectamente de qué estoy hablando. Al fin y al cabo, no es simplemente mi socio; también es tu socio; mi socio es el socio de todos nosotros. Es el socio de todo Occidente. Ya, ya se lo que me vais a decir ahora… Que tenéis 1.300 millones de razones para asociarnos con él. Que suponen un paraíso, un oasis en medio de tanta crisis mundial enmierdada, que son la como el nuevo Eldorado perdido y reencontrado entre tanta crisis salvaje. Es la oportunidad del siglo; qué digo, del milenio. Pues vale.

Pero a mí como que no me convencen estos argumentos. No termino de encontrarles suficiente justificación. De hecho, me asquea y me repugna que el mundo presuntamente civilizado se haya bajado los pantalones hasta los tobillos y haya salido al encuentro con su socio amarillo, esbozando una sonrisa beatífica, esperando a que llegue el momento de que su nuevo amiguete tenga a bien sodomizarle a su placer.

No encuentro justificación ni sentido común ni explicación acerca de por qué todas las naciones desarrolladas han decidido aliarse con la mayor tiranía del planeta. Pese a que no me sorprenda ni un ápice. Llevamos décadas oyendo aquello de China es el futuro motor de la economía mundial. O aquello otro de «el día que estos tíos les de por ponerse a vender al mundo entero, se lo van a comer con patatas». O peor todavía, a aquellos que te miran con ojos vidriosos y restos de babas en la comisura de la boca mientras balbucean «pero, ¿tu lo has pensado? Un mercado potencial de 1.300 millones de almas, y aún sin explotar!!!!». Pues, chicos, dad gracias de que así sea, porque cuando nuestros socios amarillos exploten del todo, nada ni nadie vamos a sobrevivir a su onda explosiva. Palabrita del Niño Jesús.

Y que nadie se lleve a engaño. Me gusta la sociedad china. Es un pueblo formado por gente noble, auténtica, sabia. Es una sociedad antiquísima basada en valores y principios de los que en Occidente ya no conocemos. Es un país generoso, solidario, dadivoso, optimista por naturaleza. Sus ciudadanos son obstinados, nada amigos de las falsedades y banalidades paganas, paladines de la templaza y la mesura. Es una sociedad basada en ideas e ideales profundos, ancestrales, sólidos. Es una tierra que ha sabido creer en su propia fuerza, en el todo por encima de las estrellas, en la sinergia de las gentes humildes. Su cultura, su filosofía y su ritmo de vida están muy por encima de la mierda pseudointelectualoide que nos rodea.

Pero también son un pueblo que durante toda su puñetera historia ha estado mal dirigido, gobernado por tiranos y asesinos de libertades y voluntades. Solo consiguieron salvarse del yugo absolutista del emperador para caer en las garras de los líderes del movimiento, los padres de la revolución que hace décadas olvidaron a Marx o a Engels y decidieron tomar el camino de Lenin o Stalin. Y, en algunas ocasiones, han superado con creces las fechorías de estos.

Bajo el estandarte de la revolución del pueblo y la liberación del proletariado, se entregaron al sometimiento del régimen dictatorial de un partido que sólo se ha abierto los bolsillos pero no su mente mientras cerraba las esperanzas de sus ciudadanos, a los que sigue controlando sujetando con fiereza la correa que estrangula el derecho de su pueblo a decidir por sí mismo.

Y el resto del mundo nos hemos dejado engatusar con su propaganda política barata, con su palabrería de charlatán de arrabal y sus magnificentes exhibiciones faraónicas construidas con la sangre de gente anónima, mucho mas pobre que tu y que yo. Nos han dicho que ésta era una oportunidad maravillosa que no debíamos dejar escapar para incrementar nuestra grandeza y ayudar a China a recorrer su camino hacia la Democracia. Pero mejor sería que dijéramos las cosas por su nombre: aquí lo único que se va a incrementar son las cuentas de unos cuantos tiranos que, a uno y otro lado, se van a enriquecer a costa de permitir que el tiburón se siga hartando a comer focas indefensas. Y todavía nos piden que sonríamos para salir guapos en la foto.

¿Y con esta clase de gentuza nos hemos aliado? No cuenten ustedes conmigo. Esta asociación no me beneficia en nada.

He visto como la mano de obra de mi tierra se ha ido al carajo, incapaz de pelear cara a cara con un país que obliga a sus trabajadores a laborar 6 días a la semana en jornadas diarias interminables y sin derecho a vacaciones, a cambio de un salario miserable. A consecuencia de ello, el tejido empresarial e industrial de la España periférica, casi artesanal, semirural, ha tenido que cerrar sus puertas y dejar a sus ciudadanos – que también vivían explotados con condiciones de trabajo impropias del siglo XXI, pero al menos sabedores y libres de dejarse explotar – en el paro y la miseria.

maoHe visto como los chacales de los corruptos mandamases de ojos rasgados han entrado a machete en los mejores barrios de nuestras ciudades, han comprado los mejores locales con su dinero negro fruto de la corrupción y el trapicheo, generando así patrimonio para sus amos a la espera de que éstos escapen de su cárcel de oro y vengan a nuestro país a lucrarse a nuestra costa, y se traigan sus métodos tiránicos y mafiosos de paso. Poco a poco, esos barrios se degradaban, se convertían en gigantescos almacenes de artículos de baratillo con prendas y complementos de mala calidad, amontonados sin cumplir las condiciones laborales, sanitarias y de seguridad que sí se exigen a mis paisanos. Claro, que mi gente no está tan acostumbrada a sobornar inspectores…

Poderoso caballero es Don Dinero, como reza un sabio y antiguo refrán español. Nuestra sociedad ha decidido abrir las puertas a chusma radical, convirtiéndose de este modo en culpables de connivencia con las malditas prácticas políticas de estos tipos. De este modo, intercambiamos el beneficio de unos poquísimos – los de siempre – a cambio de poner en peligro los puestos de trabajo y las condiciones de vida y laborales de los ciudadanos, tanto chinos como occidentales.

Nos vamos a cargar de un plumazo dos siglos de luchas por mejorar las condiciones de trabajo de la clase obrera del mundo civilizado mientras hacemos de oro forrando con nuestras divisas a un ogro, sin querer caer en la cuenta del peligro que supone el día que este Leviatán se quite la mascara de falsa bondad e inicie su insaciable ansia fagocitadora. Se va a comer nuestra economía, nuestra sociedad, nuestras instituciones e incluso nuestra cultura. No dejamos de llenar de combustible el deposito de un polvorín que algún día puede explotar y salpicarnos a todos. . Y nosotros les hemos puesto alfombra roja para que pasen y tomen a su gusto. Me parece muy lamentable.

Nada mas vergonzosamente alarmante que ver cómo el líder de la mayor nación del planeta Tierra hace el rendez-vous al máximo dignatario asiático. Nada más irónicamente preocupante que ver como un Premio Nobel de la Paz estrecha la mano de quien tapa la boca y la libertad de otro Premio Nobel de la Paz como Mr. Obama.

No os engañéis; si cualquier mandatario occidental hubiera tenido la menor oportunidad de aparecer en la foto, lo hubiera hecho a las mil maravillas, encantado y discipliente por colaborar en esta felonía. Todos son, por igual, culpables de este servilismo estúpido. Aunque, como siempre hago, no voy a dejar la crítica en la esfera de lo político.

Nuestros empresarios, desde los pequeños hasta los mas grandes, colaboran cada vez más con China. Han cerrado sus factorías y sus talleres en nuestro pueblo y ciudad, dejando a muchos de nuestros vecinos en el paro, y han abierto sus negocios en China, donde no hay ningún remilgado y anodino juez que les culpe por pagar salarios precarios ni le castigue por exprimir a sus infra-asalariados o despedir a las trabajadoras que se queden embarazadas. Les debe parecer estupendo ver cómo algunos de sus empleados duermen en el suelo de sus fábricas puesto que su jornada laboral no les permite prácticamente llegar a sus casas a dormir y puesto que sus salarios no les alcanza mas que para una cama compartida o una habitación donde no pueden permitirse el uso de calefacción.

Y no te creas que tú y yo somos mucho mejores. Mira tu ropa, tus complementos, tus muebles, tus zapatos, los juguetes de tus hijos, los electrodomésticos de tu cocina. Adivina dónde están hechos. Adivina con quién estas colaborando cuando compras esas gangas de dudosa calidad o esas falsificaciones malas que tanto te gusta exhibir. No preguntes a tu vecino de arriba, a tu cuñado, a tu amigo, porque ha cerrado su taller. Adivina a quien enriqueces cuando te pasas por el chino de la esquina y te llevas tres tonterías que no necesitabas, en vez de comprárselas a tu tendero de toda la vida. Bingo!! Premio para el caballero. ¡Qué alegria, que alboroto, otro gatito piloto!

Queridos señores dirigentes de Occidente, ¿Necesitan ustedes un terreno disponible para edificar su nuevo mundo?¿Buscan un solar donde edificar sus pirámides? No se preocupen, andamos sobrados de candidatos…

Las naciones occidentales, y especialmente las europeas, tienen una deuda pendiente con África. Aquí tienen ustedes su Tierra Prometida, esperando a que alguien venga a levantarla. Posiblemente les sea incómodo sustituir a su único interlocutor de ojos rasgados por cientos de caciquillos de naciones pequeñas. Pero a cambio van a encontrar mejor disposición a negociar, suficiente mano de obra barata para ser el granero y la cadena de montaje de Europa, tierra disponible a espuertas, mayor cercanía física y muchas mas ganas de trabajar. Si tan preocupados están ustedes en difundir el mensaje de la Democracia, empiecen ustedes por ayudar a reconstruir las naciones que dejaron arrasadas tras su glorioso pasado colonial.

Y ustedes, queridas naciones mediterráneas; ¿se acuerdan de Latinoamérica?¿Se acuerdan de cuándo este subcontinente les ayudó en sus momentos de apuro y acogió a sus ciudadanos que huían de la miseria y la pobreza?¿O de los que convirtió en ricos? Pues ya saben, si sienten profundos deseos de convertirse en damas de la caridad e ir salvando mundos ultramarinos, ¿qué tal si ponemos el foco en el Cono Sur americano, mucho mas cercano a nuestra cultura, a nuestra identidad y potencialmente menos peligroso para nuestro futuro?

Por favor, olvídense de alianzas con naciones gigantescas dominadas por tiranos que tratan a sus ciudadanos peor que a perros, si no quieren que algún día esa sea la herencia que dejen a sus propios hijos. Quien juega con fuego, acaba quemándose. Y a mí todo esto me huele ya a chamusquina… En fin, ¿qué les voy a contar yo a ustedes que ya no sepan? El vil metal nos manda y nos demanda, Nobel hace las paces con la paz, Occidente se traviste de meretriz con querencia a las naranjas de la China y mis vecinos, cartilla del INEM en mano, se dejan caer todos los días por la tienda del chino de la calle de abajo a ver si encuentran un chándal de poliester por menos de tres euros.

Y mientras tanto, la vieja y renqueante Tierra sigue girando sobre sí misma ajena a todo salvo quizás a la propia estupidez que maneja el destino de los que la habitamos.

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