Twitterland

En Twitter hay un grillo que solamente dice «cri, cri, cri» porque no le gusta ejercer de conciencia a tiempo completo.

En Twitter vive el puto helicóptero que sobrevuela las manifestaciones del #15M y es quien dice lo más interesante que se puede oír entre todo el movimiento. Como prueba su último tuit: «Tacatacataca tacatacataca tacatacataca tacatacataca tacatacataca?» .

En Twitter hay profesores que animan a sus alumnos a tuitear en clase y nos enseñan a enseñar a través de las redes sociales.

En Twitter siempre tenemos la mejor cosecha, la del 66, elaborada con el mejor vino que jamás hemos probado.

En Twitter hay un tipo que publica una estrofa de Bob Dylan cada 20 minutos, otro que comparte vídeos de Los Beatles de una época en la que no existían  los vídeos e incluso hay alguien que te tuitea El Quijote frase a frase.

En Twitter están todos los partidos políticos, sus mas exacerbados seguidores, los que los parodian y ridiculizan, los que buscan crear nuevos partidos y los que odian a la política.

En Twitter tienes escritores que a ratos dejan su pluma y hacen como que hablan con los seres humanos. Aunque ni de lejos destacan por la calidad y agudeza de su verbo, acongojados y atenazados como están en este universo de 140 caracteres.

En Twitter hay un taxista que, cuando se sube un cliente a su taxi, siempre les dice: «rápido, siga a esta cuenta!!». Y los enamora a todos porque te escucha tanto dentro como fuera de su taxi.

En Twitter hay un sastre que te hace un traje a base de tuits amables y de simpatía no exenta de cierta elegancia 2.0.

En Twitter la Policia y la Guardia Civil, en vez de perseguir a los gangsters – que también-, son ellos mismos los que son perseguidos por miles de personas. Pero no huyen, sino que te ofrecen su ayuda.

En Twitter vive un hombre del tiempo que no tiene la cabeza en las nubes y para quien todos los días brilla el sol a través de su sonrisa.

En Twitter viven periodistas que se consideran muy superiores al resto de los mundanos mortales y que se erigen en voceadores a quien nadie tiene la suficiente altura moral como para merecer su conversación.

En Twitter habitan grandísimos futbolistas que demuestran ser absolutamente torpes regateando con palabras, pero que son seguidos por hordas de gruppies que se sienten felices por la forma con la que sus ídolos les ignoran.

En Twitter tenemos directores de cine que ruedan la película de nuestras vidas en sólo 140 caracteres y aún les sobran para convertirla en una obra de arte, gente que nos entiende o nos odia, pero nunca nos deja indiferentes.

En Twitter hay gente que, por toda conversación, lo único que saben decir es:

En Twitter hay locos que cuentan las más disparatadas de las historias. Y algunas hasta son mentira.

En Twitter hay señores que solo te envían las noticias tal y como las reciben; no comentan, no opinan, no construyen, no aportan. Solo comparten lo que otros crean. No tenemos indicios de que estén vivos.

En Twitter hay poetas que viven en un mundo hecho a base de poesía. En Twitter hay filósofos que viven en un mundo donde la filosofía murió ya hace tiempo.

En Twitter hay quien es capaz de resumirte todo el mundo en una sola infografía sin necesidad de dibujar aspavientos en el aire.

En Twitter hay personas maravillosas, hay dementes incurables, hay enfermos que curan a golpe de tuit, hay chamanes que invocan a dioses olvidados a través de frases de magia blanca, hay vecinos que solo saben sonreír por mucho que llueva fuera, hay voces que claman en el desierto, hay palabras que nunca se las lleva el viento, hay suspiros de amor imposible y bufidos de hartazgo y hastío.

En Twitter hay aladides de causas perdidas que han convertido su razón de ser en una lucha incansable a favor de la justicia, de la ley y de la moral, caballeros andantes cuyas damas desvalidas habitan en la esencia de la más tierna e inocente infancia.

En Twitter hemos heredado los debates y las tertulias del pasado, sin crispaciones pero con pasión, sin portazos sino aportando, sin aspavientos pero con hashtags, sin celebridades pero con personas de carne y hueso, como tú y como yo, que están muy por encima de las estupideces y las mordazas que callan o manipulan las voces grandilocuentes.

En Twitter no hay personalidades públicas, hay personas populares maravillosas, que no es lo mismo ni lo quiere ser.

En Twitter se respeta el turno de palabra o se arrebata con fruición, pero siempre, siempre, siempre se habla. Porque aquí solamente tiene cabida quien sabe hablar, quien tiene algo que decir, quien sabe escuchar, quien quiere contarnos su mundo, quien cree en el diálogo.

En Twitter creemos en milagros y tenemos nuestra propia Fátima.

En Twitter tenemos un club de exploradores que nunca se cansa de buscar la verdad acerca del mundo que nos rodea, el rincón del bar donde siempre se reúnen los mismos para hablar de fútbol e incluso un club donde pasar a tomarse la última copa antes de entregarse al apasionante mundo de los pocos sueños que aún no habitan en Twitter.

¿Qué más, qué más? Ah, sí. En Twitter, tenemos a un gasolinero ilustrado que te sirve estrofas de vida rural de 98 octanos, tenemos un pato que incuba huevos de buen rollo, tenemos a un tipo que te devuelve el saludo cortésmente cada mañana y hasta hay quien se comunica exclusivamente a través de colores. Así de extraño, así de fabuloso.

En Twitter, la realidad es elástica. Se distorsiona, se contonea, se deforma, se expande, se degrada, se difumina en diez mil colores con forma de puntos de vista. La realidad no es unidimensional, no es irrefutable, no es innegociable, no es inmutable; la realidad es irreal como solo ella sabe ser.

En Twitter, a veces, nos divertimos lapidando a alguien que se ha atrevido a destacar demasiado, o que ha dicho algo incorrecto, o que ha trasgredido las normas básicas de convivencia. O que, simplemente, se ha cruzado delante de nuestro camino. A veces, no somos justos, pero ¿Qué queréis que os diga? Así es Twitter…

En Twitter, a veces, el mundo se para por unos instantes y tu timeline se paraliza como por arte de magia, y nuestro barrio se colapsa de tanta vida como lleva. Y como si de pinochos modernos se tratara, todos somos cruelmente tragados por una ballena:

Este es mi barrio y se llama Twitter. Aquí es donde yo vivo. Si quieres, estás invitado a entrar y compartirlo juntos. Pero, te lo advierto, crea adicción…

 

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