El Pecado del Periodismo Que Opina

Una de las cosas malas que tienen las vacaciones es que te exponen a medios de comunicación con los que, en otras circunstancias, ni te acercarías. En el bar de la piscina, en el restaurante del camping, en la terraza, en el apartamento de unos familiares o en el lounge del hotel te puedes encontrar con periódicos, emisoras de radio o cadenas de televisión que nunca ves y apenas conoces. Y en no pocos casos te llama poderosamente la atención el tratamiento de la información que hacen esos medios.

periodistasEn realidad, no es algo tan sorprendente. Supongo que la mayoría de vosotros tendréis unas RSS en vuestro móvil o en vuestro navegador donde consultáis las principales noticias que se producen. Algunas RSS no discriminan las cabeceras que ofrecen, sino que cuentan las últimas noticias publicadas. O quizás tengas acceso a todo tipo de noticias que te son ajenas a través de las publicaciones que comparten tus contactos en redes sociales. ¿Cuántas veces te has llevado las manos a la cabeza ante la burrada que veías en un retuit o en un muro de Facebook? O, sin ir más lejos y para todos los públicos, los telediarios matinales de las cadenas de televisión generalistas a los que soy muy aficionado, suelen presentar las portadas de los principales periódicos nacionales, con mayor o menor grado de manipulación o censura. A veces, ver una misma noticia tratada según el enfoque de uno u otro soporte supone un ejercicio de periodismo-ficción desconcertante.

En todos estos casos se nos hace especialmente visible una realidad que encierra el periodismo moderno, no por obvia menos alarmante: el alto grado de manipulación informativa que contienen. Es comprensible que habitualmente se nos pase por alto en nuestro día a día; por lo general, consumimos medios que nos son agradables, ergo, que nos son cómodos, ergo que comulgan con nuestras ideas. No son asépticos ni objetivos, son afines a nuestra mentalidad; por eso no somos conscientes de esta manipulación. Y es que no hay viga más difícil de ver que la que está en nuestro propio ojo.

Pero, sea cual sea el caso, afín o contrario a nuestros intereses, nuestra ideología o nuestra forma de entender el mundo, todos tienden a cometer el mismo pecado: el uso parcial, manipulado y subjetivo de la información. Y digo pecado porque a mis casi cuarenta primaveras sigo siendo uno de los pobres incautos que cree puerilmente que el periodismo debería dedicarse a informar, a contar las noticias de forma imparcial, a traernos la verdad objetiva y desnuda. Qué iluso, ¿verdad?

Y no estoy hablando de que una determinada cabecera o corporación se incline hacia la defensa de los intereses de sus accionistas e inversores; esto sería algo hasta cierto punto comprensible y pasaría, siempre dentro de unos límites, como aceptable. Ni tampoco que un medio incluya debates plurales o diferentes columnas o monólogos sobre cierto tema, siempre que lo haga desde la diversidad, ofreciendo puntos de vista diferentes y antagónicos que cubran diferentes posturas. A la postre, según los principios más básicos de la Ética, cualquier postura es aceptable siempre que esté debidamente argumentada, respete a quien piense de forma diferente y no transgreda unos límites básicos – esto ya entra dentro del terreno de las arenas movedizas ideológicas, me consta.

Pero cuando hablamos de servilismo político, de crear, generar y defender corrientes de opinión, del adoctrinamiento moral, topamos con un muro que se me antoja absolutamente inadmisible, fuera de lo que podría ser considerado como ético, impropio de la buena práctica profesional y de la dignidad que el periodismo me merece. O por lo menos, así lo veo yo.

periodismo mafaldiano

Lo más sorprendente es que, siempre que he intentado contrastar esta opinión con amigos periodistas – y tengo muchos en todos los medios y soportes y de diferente peso específico y relevancia – todos se muestran radicalmente en contra de mi forma de ver el periodismo. Según su forma de interpretar su profesión, corresponde a los periodistas mostrar la verdad desde sus ojos, luego siempre existe una determinada carga de subjetivismo.

Desde el mismo momento en que una noticia está contada por un ser humano, ya existe una manipulación mas o menos involuntaria. La hay cuando seleccionas qué noticias contar, cuando determinas cuándo/dónde las vas a contar, el peso que das a esa noticia y, por supuesto, en la forma que las expresas y la interpretas. Luego, si esto es así, debería asumirse como normal y naturalizarse esta práctica. Además, un medio de comunicación se debe a su audiencia; al segmentar e interpretar contenidos, está de algún modo definiendo su target y diferenciándose de su competencia; es su particular forma de determinar su posicionamiento en el mercado. Al fin y al cabo, si todos contaran las mismas noticias con el mismo enfoque – objetivamente – ¿cómo iban a decidir sus clientes qué medio consumir?

Respeto su punto de vista y hasta cierto punto lo comparto, pero no deja de parecerme un commodity bastante tomado a la ligera. Precisamente porque transgrede esos límites básicos que comentaba antes. ¿Realmente es necesario una carga ideológica tan fuerte? ¿Es necesario que una cadena de televisión se convierta en abanderado y gruppie de un partido político? ¿O que promueva cruzadas por tal o cual causa? ¿O que insulte a la inteligencia de su audiencia con posicionamientos extremos en los que se ensalza la menor tontería de sus ídolos (políticos, económicos, deportivos) y se ignore o ridiculice a sus competidores? Es un tema de intensidades mas que de hechos consumados. Y por mucho que me estrujo mis pobres neuronas, perdonadme pero no soy capaz de visualizar dónde entra lo ético y lo aceptable al perder los papeles, nunca mejor dicho, con tango subjetivismo facilón.

En fin, como tantas veces pasa cuando se habla del periodismo y la información, el debate no es sencillo puesto que da para muchas y muy diferentes posturas: ¿Objetividad o subjetividad?; ¿simplemente informar o interpretar la información?; ¿Contar los acontecimientos o dotarlos de opinión? Para gustos, los colores… Hay tantas opiniones como gotas de agua contiene el mar. Y ya que a ello vamos…

¿Cuál es la tuya? ¿Sólo cueces o también enriqueces??

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