La muchacha de tirabuzones superó su miedo y miró a los ojos al joven de la perilla. En sus ojos color miel se dibujó una interrogación desesperada. El joven desvió su mirada, se levantó del banco y sus pasos le alejaron para siempre de la muchacha. Una ráfaga de brisa invernal barrió la tarde entre ellos y, desde ese momento, TU más YO nunca volvió a sumar NOSOTROS.
Tantas veces tuvimos TÚ y YO que ahora tres NOSOTROS nos despiertan cada mañana.
El augusto camarero de smoking sirvió los tres martinis con aires de suficiencia. TÚ brindaste por NOSOTROS. Él se dió por aludido. YO no pude evitar que una sonrisa burlona se dibujara en mi rostro. Y el brindis supo a gloria.
YO te observaba impasible mientras murmuraba una despedida improvisada. TÚ me respondiste con una gélida sonrisa tras la lápida que nos separa. En el cementerio donde enterramos nuestras pasiones, hay una cruz de mármol con una inscripción donde enterramos nuestro eterno NOSOTROS.
Ninguna palabra tuvo suficiente silencio, ningún gesto fue anónimo, demasiadas voces en la habitación. La audiencia que nos perseguía, el público que nos acompañaba, el rumor del mar de fondo… lo que nos impidió construir algo juntos fue el hecho de que entre TÚ y YO siempre hubieran demasiados NOSOTROS.
Tarde de libros cerrados; tus labios rojos como la sangre, la única lección que valía la pena estudiar en la biblioteca. Parapetado tras los libros, YO te observaba y TÚ te exhibías. Un segundo después, nos amábamos parapetados entre las estanterías de Filosofía y Ciencia. Volví a recoger mi mochila para continuar nuestro sacrilegio en un lugar menos culto. Pude ver como él te tomaba de la mano y te alejaba para siempre de mi lado. Nunca sabré si alguna vez hubiera existido un NOSOTROS, querida mirada anónima.
NOSOTROS no sabemos conjugar TÚ y YO sin usar el verbo odiar. Esa es la mejor de nuestras virtudes.
YO creía que me pertenecías. TÚ jugabas al azar con mi alma. La ruleta giró y giró y ganaron las fichas negras, como el telón de fondo de nuestro futuro. Analizaste tus posibilidades, escogiste tu premio y me tocó a mí. YO creía tener las riendas. TÚ escondiste tu as en la manga y me dejaste soñar. No hay destino en NOSOTROS que no te pertenezca.
TÚ suplicaste algo imperceptible. YO cogí tus manos con suavidad. Nuestras miradas se cruzaron. Un segundo después, nuestros labios les imitaban. Fundido a negro y títulos de crédito. Al día siguiente, los críticos se olvidaron de hablar de NOSOTROS.
YO vestía de incógnito; TÚ debías tener algún nombre. La Luna nos presentó. A una señal mía, cambiamos la barra de un bar por el calor de tu cama. La noche fue confidente de nuestros secretos. Y fuimos NOSOTROS por unas horas. Al despertar, ya no estabas y tu hueco había sido sustituido por una mentira. Ese día, desayuné solo de nuevo.
TÚ. YO, NOSOTROS. Mentiras que construimos juntos, verdades que ignoramos, sentimientos que nos hieren, sueños que nos atan, suspiros que compartimos, pasiones que nos abren por la mitad, deseos que saben a hiel, lunas que nos mecen, metas que cruzamos, palabras que nos separan, días que no terminan, platos que se rompen, besos que saborear.
Deja una respuesta