Si dejamos a un lado los casos de corrupción, prevaricación, trafico de influencias, la patatela infantiloide de los Mas Boys, políticas económicas más fallidas que una escopeta de feria, la idolencia de nuestra piara gobernante con los 5 millones de españolitos sin trabajo o el errático rumbo de nuestras alianzas internaciones (aparte de eso… ¿qué han hecho los romanos por nosotros???), el tema político de moda de este año es la irrupción, auge y apoteosis de PODEMOS. Y mucho me huele que, de cara al año que viene, esta bola de nieve no va a hacer sino crecer y crecer.
Me parece lo más normal del mundo. El ventilador funciona a todo trapo y nos está dejando a todos pringaditos de mierda de arriba abajo. Toca bastante la moral ver como a Revilla les sale competencia parlamentaria en el arte de hacer chorizos. O butifarras, que en todas partes cuecen habas.
Se te inflaman las gónadas cuando nos imploran amablemente, pistola de inspector de Hacienda en mano, que sueltes unos durillos para ayudar – pero mire usted que carita de pena ponen, hombre – a la banca española porque le ha salido nosequé sarpullido por culpa de unos inmuebles en mal estado hipotecario, sabiendo que mañana se reirán en nuestra cara cuando pidamos un crédito. Dan ganas de mandar a tomar por donde la espalda pierde su noble nombre a los mangarrianes con sentencia condenatoria que salen de rositas sin cumplir la centena de días entre rejas.
Así que, de repente, llega un don nadie con coletas y le pone letra a la canción que todos tarareamos con los dientes apretados, y nos arrancamos a aplaudir con ganas; ya era hora de que alguien lo dijera en voz alta. Iba tocando poner en su sitio a los de siempre, a los de rojo y a los de azul, a los de toda la vida, a los que pusimos al mando con nuestros votos para que manejaran el chiringuito con diligencia y que nos fallaron, a los se pasan mutuamente la mano por la chepa cubriéndose las espaldas mientras brindan, entre luces de neón y habanos importados, a la salud de los pringaos que exprimen con total impunidad.
Y allí está el bueno de Pablete, con su cara del chico que quieren todas las suegras para su niña, su sonrisa imperturbable, su coleta grasienta, dispuesto a llevarnos hacia el maná y alejarnos de tanta escoria. Y el auditorio ruge entusiasmado y se levanta de sus asientos, impulsados por un muelle. ¡Bravo, bravo! Ya está bien de las rosas que nos pinchan y de las gaviotas que se nos cagan encima.
¿PODEMOS quedarnos pasmados viendo tanta mierda? dice el nota con cara de pelea. ¡No!, responde al unísono el respetable. ¿PODEMOS reaccionar de una vez por todas? ¡Sí!!, la respuesta es ensordecedora. ¿Cómo no vamos a estar hasta los mismísimos de esta chusma incalificable que se están cargando el país y nuestros sueños? Yo os entiendo, ovejillas mías. Yo soy uno de vosotros. Venido de la nada, surgido del barrio, de la calle. Con mi bonobus y mi hipoteca. Sin apellidos nobles ni Visa Platino. Yo os entiendo y os quiero y os amo. Seguidme, y os enseñaré la jodida Tierra Prometida. Seguidme, y os llevaré allá a donde la fiera come mansamente al lado de las ovejas. Seguidme y os haré L-I-B-R-E-S. Emoción indescriptible. Llegados a este punto, el auditorio se viene abajo. Más de uno se limpia una lágrimilla furtiva de emoción con el canto de la mano.
Bienaventurados los mansos, dice el menda, porque ellos heredarán el Obispado. Bienaventurados los que pasan hambre, porque ellos comerán caviar el mes que viene, aunque para ello tengamos que sacar a pasear el puño americano contra sus mórbidas señorías, que sonríen como beatas con sus untadas manos en los bolsillos. Y sonríen cuando la policía judicial arrastra a otra anciana fuera de su vivienda embargada. Sonríen mientras a tu amigo Luis se les escapa alguna lágrima explicándote que no le salen las cuentas para llegar a principio de mes con su miserable subsidio del desempleo. Y se parten la caja cuando leen en sus clubes privados que uno de cada cuatro niños españoles pasa hambre y vive bajo el frío umbral de Villa Pobreza, la misma que nos contaban nuestros abuelos en sus historias de postguerra, creyendo ingenuamente que aquellos amargos tiempos se habían ido para nunca volver.
Amor eterno, tío. Eres lo más, colega. Dales cera, mételes caña. Tu sí que eres uno de los nuestros. Toma mi frustración; toma mi odio, mi indignación, mi cabreo descomunal, mi hambre y miedo; dale forma de bate de beisbol y sodomizalos a todos juntos. Estado, Iglesia, Ejército, Clase Noble, Banca y hasta a la misma Junta Municipal del Distrito Centro, si se tercia. Haz con ellos lo que a mí me gustaría hacer, sacía mi venganza, desahoga mi furia; escarmiéntalos por cada noche que no puedo dormir pensando en cómo pagar la hipoteca, por cada vez que me cago en el grandísimo hijo de Belcebú que sigue viviendo en La Moraleja después de ponernos a todos de patitas en la calle con su maldito ERE, por cada vez que mi hijo me dice que en casa hace frío y no se qué cómo explicarle que nos han cortado el gas por no poderlo pagar. Dales su escarmiento, colega. Amén.
Pues en esas estamos. Total, que tenemos PODEMOS para rato. Exactamente, para el rato que nos dure el país, que no será mucho. Y ya te digo yo que les entiendo; por supuesto que les entiendo. Entiendo que hayan millones de presuntos votantes que darían su papeleta a PODEMOS movidos por el hastío y la indignación, por el hambre y el frío, por el desprecio a todos los que hoy hay arriba y el cómo nos han robado y engañado; animados por el deseo de darles una lección que nunca puedan olvidar, de arrinconarlos, alejarlos, ningunearlos como ellos nos han ninguneado a todos y cada uno de los humildes españolitos de a pie.
Ya lo creo que podría llegar a entenderlo.
…siempre y cuando no estuviéramos hablando de algo tan serio como nuestro futuro. Si el mundo se fuera a acabar mañana, tendría un pase; pero es que espero que el baile dure un poco más… Y entonces me preocupo y me viene a la cabeza la imagen de niños jugando con cerillas frente a un almacen de gas propano. Porque siento que eso es precisamente lo que está pasando con PODEMOS.
Lo siento, pero soy incapaz de entenderlo de otro modo. Pese a las numerosas pruebas acumuladas con el tiempo, no me creo que este país sea tan necio, mascachanclas y gañán. No me creo que tantos se hayan vuelto tan locos como para apoyar a un partido surgido de la nada y del que nada – en el mejor de los casos – se sabe. Y quiero creer firmemente en ese nada, porque en caso contrario, si se hubieran molestado en escuchar lo que PODEMOS propone y las soluciones que ofrece, tendrían hoy menos votos que la Plataforma de Apoyo al Estado Independiente de Indios Cherokees nativos en Getxo. O eso me gustaría creer.
No, chavales; Pablemos NO es uno de los nuestros. Por mucho que algún iluminado diga lo contrario, del mismo modo que una vez tambien nos juraran ser uno de los nuestros un tal Lenin, Hitler, Chávez o Mussolini. ¿Que soy un alarmista? No creas. Ellos también fueron en su momento voces del pueblo – como la nuestra – que supieron hacerse oír en medio de una situación convenientemente dramática – como la nuestra – para movilizar a una sociedad iracunda – como la nuestra – para que votaran a un partido recién creado y desconocido – como el suyo – cuyo programa político prácticamente nadie conocía – como el suyo – hasta hacerse con el poder en menos que canta un gallo.
Luego ya vendría el chirriar de dientes, las carreras aterrorizadas, las maletas hechas a toda prisa, las fronteras rebosantes de perseguidos y los paredones. Esta historia es vieja; casi tanto como la de esta bola de barro que llamamos Tierra. Se llama «uy, me he equivocado, yo no quería«; se llama «cómo iba a saber yo que esto iba a pasar«; se llama «quién lo hubiera dicho cuando lo conocimos«.
Y la factura, al final del día, sabes quien la va a pagar: todos nosotros. Y todo por la irrupción de un desconocido, don voz del pueblo, con cara de vecino de nuestra calle, más tonto que el que asó la manteca, que un buen día se empeñó en llevarnos en un viaje sin retorno de Guatemala a Guatepeor.
Porque eso es lo que nos espera si seguimos jugando con cerillas. PODEMOS salir de la boca del lobo para meternos en la del tiburón. PODEMOS equivocarnos otra vez. Y esta vez no nos va a servir de nada echarle la culpa a otros: ni a los periódicos que nos manipulan, ni a las cadenas de TV – a la una, a la dos… a La Sexta – que aupan a chiquilicuatres al poder sin medir bien los riesgos, ni a los hipócritas que les pasan la mano por la espalda por si mañana se convierten en los putos amos y tuvieran que rendirle cuentas (¿verdad, señora Botín?) ni mucho menos a los meapilas que siempre se arriman para salir en la foto por lo que pueda pasar.
Estamos en una de esas encrucijadas que de vez en cuando surgen en la Historia, donde uno debe de pensarse muy, pero que muy bien, cuál será el próximo paso que da. Dejando a un lado lo que nos pide el corazón, los impulsos emocionales y los pataleos. Demostrando ser más responsables que los brutos que nos han traído hasta este agujero. Pensando en nosotros, en nuestros hijos y nuestros nietos. Midiendo el peso de nuestras decisiones.
Y después, ya llegará el turno de las preguntas. ¿Sirve de algo lo que hemos recorrido hasta aquí? Ni puñetera idea; la verdad, soy incapaz de saberlo. Igual si los hijos de la gran meretriz que nos han gobernado hubieran tenido a bien hacerlo con honradez, podría haber valorado si el sistema funciona, si ésta es la senda correcta. Pero como no se ha dado el caso, ahora es difícil discernirlo.
Sea como sea, hasta a alguien tan estúpido como un servidor le huele que esto del capitalismo está más caduco que los casetes de Arévalo a la venta en gasolineras. Era de esperar; un sistema basado en el eterno crecimiento es insostenible. Por algo el mapamundi está hoy lleno de países en números rojos. El Villa-Capitalismo USA anda hecho unos zorros. Deustchelandia no deja de apretar el culo mirando de reojo a los hambrientos que cada día lo cercan un poco más. Y hasta la mismísima China roja se ha contagiado del constipado general. El rollo ese del capitalismo, tal y como siempre lo hemos conocido, tiene los días contados, infestado de su propio Ébola.
Así que llega el momento de preguntarse el inevitable
¿Y AHORA QUÉ?
Pues la verdad es que algo tendremos que inventar. Se nos da bien; hemos sobrevivido tres milenios y medio reinventándonos cada vez que lo necesitábamos, abriendo nuevas vías, hallando soluciones a cada uno de los problemas con el que nos encontramos. Algo saldrá, no se el qué, pero algo saldrá. Y espero que sea pronto, por la cuenta que nos trae.
Pero sí os puedo decir una cosa: ese algo aún no está inventado. Ese algo no pasa por dejar rienda suelta a la rabia, al odio, al asco que sentimos. Ese algo que nos salve el culo no lo vamos a encontrar dejándonos guiar únicamente por el impulso fácil y simplón de la venganza, del puño levantado, del grito desgarrado contra el opresor, del asaltacunas que trata de sacar provecho y rédito del malestar general. Ese algo, que necesitamos más que la mortadela al pan, no se esconde en las palabras zafias y vacías del que esgrime la ira como único argumento.
Ese algo NO es PODEMOS.
Al final todo el mundo votará a los de siempre… Me juego las pelotas (bueno, no por si acaso)