Ayer estuve redactando este post; me llevó un par de horas. Revisé el contenido, repasé la ortografía y lo publiqué. Lo que pasó a continuación es realmente increíble; está más allá de lo que podría esperarme, me quedé verdaderamente alucinado. De hecho, todavía no doy crédito a lo que pasó.
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¿De verdad? En serio, ¿Por qué? ¿Por qué has entrado en este post? Pregúntatelo. ¿Era necesario? ¿Qué te ha llevado a ello? Te lo digo yo; meter las narices en la vida de los demás. Escribo 3 o 4 posts al mes; veces hasta entra alguien a leerlos y todo. Poco, afortunadamente, que tengo una reputación que mantener. ¿Y por qué iba a interesarte precisamente lo que diga este post? Respuesta: por puro morbo.
Vamos a ver, ¿Qué esperabas que diría? ¿Que miré debajo de mi mesa y había un odontólogo lapón haciendo punto de cruz? ¿Que me puse un traje de faralaes y salí a la calle cantando coplas de la Piquer? Pues no, claro que no. Lo que quería demostrarte es lo fácil que es llevar a tu audiencia al huerto jugando con la curiosidad.
¿La verdad? Ayer redacté este post, lo releí un par de veces, pasé el corrector ortográfico y lo dejé madurar un día, como siempre. Hoy lo he publicado. ¿Sabes exactamente qué ha pasado después?
Pues nada. Absolutamente nada. Nada de nada. Requetenada. Res. Nothing. Rien. Naden. Nadastuak. Nada elevado a la nadísima potencia. Pero, claro, tú no te has podido resistir, picarón/a; prueba demostrada.
Ya podía este post contener un virus. O un troyano. O una imagen de Rubalcaba en porretas. Da igual; allá que nos lanzamos a dar al clic como si no hubiera mañana. Como un Miura ante un capote en San Isidro; como un concejal de urbanismo y una bolsa de basura llena de billetes; como la Obregón frente a un fardapaquetes abultado. Y claro, luego nos pasa lo mismo lo que a los anteriores, que nos la meten doblada hasta la empuñadura.
¿Pero qué demonios tendrá meter las narices en vidas ajenas que resulta tan imposible resistirse a su tentación? Ya nos pueden poner delante interesantísimos artículos sobre la Apicultura Meda en la Baja Mesopotamia o las implicaciones sociodemográficas de la fase oscura de la fotosíntesis en el subcontinente indoasiático, conocimientos éstos que, sin duda, harían las delicias de grandes y pequeños. Ya pueden ofrecernos maravillosos relatos sobre los paisajes captados durante viajes en ferrocarril subterráneo o historias de niños italianos que recorren medio mundo buscando a madres desalmadas que prefieren hacer las américas a soportar al peñazo de su primogénito. Nos hace menos que un programa del Moreno; ni se nos pasa por la mente pararnos un segundo a leer algo así.
Pero, como venga algún espabilado y nos enseñe un poco de chicha íntima, nos tiramos a leerlo cuál Carpantas. Encontramos un secreto placer oculto en husmear en la vida de los demás; nos encanta. De eso no se libra nadie. Yo, el que menos, conste. Me sube la bilirrubina al urgar en las existencias del prójimo buscando miserias que me haga sentir mejor o para tener marujeos que contar en el vermut del domingo. Da igual que sea una estupidez gilipollesca o una tragedia dantesca; lo que cuenta es que es del otro, que está detrás de una cortina y que nos hemos podido colar en su intimidad. Con eso, ya tengo mi apetito satisfecho. ¿Y a tí? Fijo que idem. Triste, pero cierto.
Basta con que algún tontolaba con menos capacidad narrativa que el guionista de la carta de ajuste nos lo ponga fácil con un titular estilo «no te vas a creer lo que sucedió a continuación» o «5 cosas que me pasaron en mi noche de bodas; vas a flipar con la cuarta» para que nos entre la sudor fría, nos tiemble el pulso y maldigamos al navegador por no abrir la página más rápido. Ansia viva, eso es lo que nos mata. Pero, alma de cántaro, ¿qué esperabas encontrar detrás? ¿La neurona que se les ha perdido a los de Gran Hermano? ¿A un granjero buscando esposa? ¿A la Milá fumándose un Montecristo? Pues eso; bocadillo de queso.
¿Sabías que los posts que recurren a este tipo de trucos facilones casi cuadruplican el nivel de interacciones? ¿O que doblan el número de visitas? Que no es que lo diga yo, que lo dice Jose Carlos León, que éste sabe más latín que el cura de mi pueblo… En un mundo normal, trucos tan burdos como decir «no te vas a creer lo que le pasó a esta abuelita (Q.D.E.P) cuando pisó la calle por última vez» no pasarían de ser lo que realmente son: viagra para mentes con la aspiración intelectual de un geranio reventón, que es, de lejos, el menos culturizado de los geranios. A los que los escriben, los correría a collejas antes de tirarlos al pilón con un peso atado a los pies (lo que pasa en la blogosfera, se queda enla blogosfera, ¿capisce?)
Pero es que, en realidad, estamos menos leídos que la Esteban en retrete ajeno. Y lo que leemos, por lo general vale lo que una biblioteca en un estadio de fútbol; hace bulto, pero no la visita ni el de la limpieza. Nos importa un carajo lo que le pase al mundo; es un hecho. Nos viene mal eso de pensar. Punto pelota. Lo que nos pone es el morbo. Si quieres mas pruebas, busca el ranking de programas mas vistos en TV o de revistas mas leídas. Ambos tienen un denominador común: la afición a las vísceras y el amarillismo. Era cuestión de tiempo que algún tróspido vividor lo aplicara a su estrategia redaccional digital. Total, si hay a quien no le importa vender/comprar falsos seguidores, ¿qué mas da vender un poco de curiosidad morbosa?
Yo mismo. Esta misma semana, publiqué un artículo sobre la situación actual del virus del Ébola. ¿Visitas? 12. Culpa mía. ¿A quién carajo le importan 10.000 muertes y la amenaza latente de una pandemia global? Mientras tanto, en alguna otra parte de la red… Visitas semanales al portal de GHVip: 3,5 millones. No comment. Muerte y destrucción.
Pero si publico un post diciendo que «me aburro» o contando mi vida como gordo, el contador de visitas revienta literalmente. Al fin y al cabo, ahí hay carne fresca, sangre a la que poder acudir a libar con las patillas delanteras. Hum, delicioso… Nos encanta mirar qué se esconde al otro lado del mostrador, quién vive en la puerta de al lado, qué nos espera al otro lado del espejo. Aunque no sea de nuestra incumbencia, aunque no vaya con nosotros. O precisamente por eso. Porque nos está oculto. La curiosidad es un potente arma. Aunque no debemos olvidar que ese arma fue la que mató al gato. ¿O acaso fue que el gato se reinventó a sí mismo? ¿Cómo? Sencillo; te lo descubro en este post.¿Ves? Ya has vuelto a caer; ainsss, si los hay que no aprenden nunca…
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