Porque eso es lo que somos.
Pregoneros electrónicos; voceadores online; trovadores de historias mundanas; comerciantes de palabras y causas; defensores de ideas perdidas y de opiniones encontradas; humo sobre el agua; narradores 2.0 de historias cotidianas condenadas al olvido o al ostracismo; cuentistas de manga ancha y teclado afilado.
Porque así es como somos.
Anónimos. Autónomos. Libres. Independientes. irreflexivos en ocasiones, hirientes en otras, egocéntricos siempre. Desde nuestras torres de cristal, clamamos a los cielos digitales por un mundo mejor a nuestros ojos o llevamos nuestros trocitos de paraíso a mentes lejanas en la distancia y la ideología.
Siempre han habido a lo largo de la Historia espíritus libres ansiosos por decir y pregonar sus mensajes por encima de obligaciones, compromisos y tabúes. Los panfletos de ayer son los blogs del mañana. Y en ellos volcamos nuestros sueños y nuestras aspiraciones. Las tertulias del pasado son los foros online del futuro. Ideas magnificentes trasladadas a un mundo de llegada universal descrito por poetas de barrio ajeno.
Solo que hoy nuestros gritos tienen mayor eco del que nunca lo han tenido. Competimos de igual a igual con poderosos galeones que arrastran miles de toneladas con aguerridas tripulaciones en nómina dispuestas a abordar al mayor mordisco posible de la tarta de la audiencia. Y así, incautos de nosotros, nos enfrentamos desde nuestras barcazas endebles, esquivando cañonazos destinados a matar mosquitos de verbo fácil, dispuestos a llevar a cualquier precio nuestro mensaje a quienes quieran escucharlo.
Armados con piedras y palos digitales plantamos cara a gobiernos, multinacionales, gurús, personalidades, políticos, mandatarios y teorías filosóficas. Y en ocasiones, salimos victoriosos. O casi.
Mojamos nuestros teclados con la tinta invisible de nuestros sueños y dibujamos con ellos en una pantalla blanca cuentos fantásticos, historias maravillosas, relatos fabulosos que, de este sutil modo, escapan del cruel destino de acabar almacenados en el fondo del cajón de algún editor escrupuloso.
No vivimos del cuento. El cuento nos paga en monedas que muchos no entenderían. Nos paga con la comprensión del prójimo, nos gratifica con el agradecimiento del que ve su voz representada, nos satisface con alguna felicitación esporádica, nos premia con alguna crítica innecesariamente generosa y bondadosa. Nuestro salario se dirime en los tesoros de aquellos que día a día gustan de leer nuestras historias, que las comentan y las comparten. Esa es la mayor satisfacción de todas. Trocitos de gratitud con los que alimentar nuestros egos, mendrugos de verdad y justicia con los que elevar nuestro espíritu.
Sirvan, pues, estas humildes líneas para rendir cumplido homenaje a todos aquellos que mes a mes, semana a semana, día a día, mantienen encendida la lumbre de su blog, de su pedazo de humanidad, dispuestos a que ésta sirva de alumbrado a las oscuridades de nuestro mundo, deseosos de que sus verdades y sus mentiras ayuden a construir una vida mejor y mas justa. Sea mi apoyo y mi loa a quienes tejen sus historias con hilos de ilusión y esperanza y con ellas cubren nuestra sociedad con una capa de solidaridad, paciencia y alimento espiritual.
A vosotros, que perdéis vuestro tiempo en arrancarnos una sonrisa, en aportarnos un punto de vista diferente con el que enriquecer nuestra cosmogonía, en regalarnos una idea original, en ofrecernos una soga a la que agarrar nuestra desesperación, en lanzarnos un salvavidas para que nuestras esperanzas no naufraguen por el oleaje de quienes nos explotan, en hacernos sentir escuchados y comprendidos, en construirnos un refugio de fantasía en el que perdernos e imaginar vidas mejores y universos distintos.
A vosotros, que escribís con generosidad sin límites y con pasión sin fronteras.
A vosotros, amigos, compañeros y colegas, y a esos tesoros ocultos que defendéis a capa y ratón que son vuestros blogs, os dedico este lugar de mis pensamientos y de mis palabras.
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