En las contadas ocasiones en las que se cruzaban, ella se aventuraba a preguntarle cómo se encontraba, en un interrogatorio realizado a la ligera a mitad de camino entre la curiosidad más morbosa y la compasión maternal.
Él, invariablemente, siempre bajaba la vista al suelo, oteaba en su interior y esculpía rápidamente una respuesta conciliadora, cuidándose muy mucho de guardarse para sí la retahíla de realidades que conformaban su letanía de difunto sin derecho a tumba ni perdón.
Pero en los momentos de vigilia, antes de que el sueño le venciera, asomaba frente a sí mismo su otro yo, ese personaje de fantasía construido con materiales de otro mundo capaz de juntar el valor necesario para decir la respuesta que nunca se atrevería a dar.
¿Que cómo me siento? ¿Cómo crees que me siento?
Como una noche sin luna. Como un nido sin huevos. Como una botella sin vino. Como un tenor sin aplausos. Como un colegio sin niños. Como un chiste sin gracia. Como un taxista sin pasajeros. Como una canción sin notas. Como una nevera sin escarcha. Como un molino sin viento. Como un niño sin sonrisa. Como un libro sin letras. Como una cueva sin murciélagos. Como un pozo sin agua. Como un castillo sin fantasma. Como una tormenta sin lluvia. Como un océano sin olas. Como una nube sin ángeles. Como una esquina sin bolso. Como un tacón sin aguja. Como un semáforo sin colores. Como una ciudad sin atascos. Como un reloj sin agujas. O peor.
Como una chimenea sin leña. Como un Carpanta sin hambre. Como un reo sin miedo. Como un cuento sin moraleja. Como un gato sin mimos. Como un cohete sin prisas. Como una bala sin dueño. Como un tahúr sin suerte. Como una guerra sin muertos. Como un relámpago sin trueno. Como el sexo sin nombre. Como el paraíso sin salvación. Como una poesía sin rima. Como una boda sin anillos. Como una verdad sin razón. Como un periódico sin mentiras. Como un parto sin madre. Como un corazón sin flechas. Como un buzo sin aire. Como una pecera sin peces. Como un pirata sin parche. Como una excusa a destiempo.
Como cada una de estas cosas. Como todas a la vez. Como ninguna de ellas. Como nunca (desearía sentirme). Como siempre (que alargo el brazo y no estás a mi lado) (que abro los ojos y no estás frente a mí) (que escucho con atención y no oigo tu risa) (que pruebo un bocado y no me sabe a tí).
Como ayer; como hoy; como mañana. Como tantas veces.
¿Cómo crees que me siento? Vacío, cuando no estás a mi lado.
E indefectiblemente, al final de su sueño extraño, ella siempre se encogía de hombros, exhibía una sonrisa de indiferencia y girando sobre sus interminables tacones se alejaba mientras susurraba a modo de despedida: «Francamente, querido, ése es tu problema…».
El ser mas feliz del mundo es aquel que sabe exactamente lo que quiere.
El ser mas infeliz del mundo es aquel que sabe exactamente lo que quiere y sabe exactamente que nunca lo podrá conseguir.
Deja una respuesta