Hagamos un sencillo ejercicio: salgamos a la calle y preguntémosle a 20 personas qué entienden ellas por un blog; seguro que obtendremos 20 respuestas diferentes. Con la tuya y la mía, habremos completado un curioso surtido de formas diferentes de entender este mundo paralelo que conocemos como blogosfera.
Aquello de auto-erigirnos en altavoces parlantes con la esperanza de agradar a alguien con nuestras palabras es más viejo que lo de dormir en horizontal. Nunca han faltado trovadores, pregoneros, escribientes y juntapalabras con aspiraciones que pretendieran elevar sus ideas a los altares del beneplácito popular; nada nuevo sobre la superficie terráquea.
Con la llegada del worldwideweb, aquellos bardos se transformaron en aquestos blogueros. Un nuevo canal de comunicación supone un extraordinario soporte para llevar nuestras expresiones mucho más lejos de lo que un atrio o un panfleto nos hubieran permitido nunca. En aquellos románticos primeros días, un grupillo de rapsodas valientes se atrevieron a explotar este nuevo camino haciendo lo que siempre habían hecho: comunicarse con los demás, expresarse, compartir mensajes más o menos elaborados constituidos por reflexiones y pensamientos propios y expresados a través de composiciones que buscaran la belleza en su forma y contenido. Y a fé que alguno de ellos lo consiguieron hasta convertirse en auténticos líderes de opinión sin haber tocado jamás una pluma ni necesitado elevar su voz; sólo con sus habilidades y sus ideas.
Una vez llegado el boom del dospuntocerismo, el blog se populariza en parte por la fama alcanzada por los blogueros pioneros, en parte por la sensible mejora de los soportes de autoedición y las plataformas de blogging como Blogspot o WordPress, gratuitas y customizables, que facilitan el acceso a la blogosfera a cualquiera que estuviera interesado aunque fuera zurdo de las dos manos informáticamente hablando. La tecnología necesaria para tener y gestionar un blog se hace accesible a todos y la explotación del blog crece exponencialmente con las posibilidades de promoción y generación de tráfico que ofrecen las redes sociales.
Pero como siempre sucede con cualquier novedad tecnológica, su popularización provoca una desvirtualización respecto a su uso inicial. Entender, aceptar y extender el uso de un avance tecnológico lleva implícito descubrir nuevas aplicaciones, nuevas formas de explotación diferentes a las inicialmente concebidas. Esto es algo hasta cierto punto lógico y asumible, por mucho que los puristas podamos/puedan sentirse incómodos con ello. Sin embargo, estas alteraciones no siempre son para mejor. En muchas ocasiones, más que desvirtuarse, lo suele suceder es una prostitución del uso natural de la tecnología. Y ahí, queridos, es cuando empieza la hinchazón súbita de protuberancias nasales. Vamos, que se nos hinchan las narices, dicho en castizo… Sobre todo cuando nos alejamos de lo que el sentido común y el buen gusto estético dictan.
No Comment
De un tiempo a esta parte, no hay ocasión en la que me encuentre con algún blogger y el tema no acabe derivando al alarmante descenso en el número de visitas y, sobre todo, de interacciones en nuestros blogs. Individualmente, todos nos tememos lo peor: haber caído en la vulgaridad y provocado el hastío entre nuestros lectores. Pero cuando ves el problema en perspectiva y tomas conciencia de que es un mal generalizado, empiezan a surgir algunas dudas.
Una de las consecuencias directas del allanamiento del camino para abrir un blog ha sido su crecimiento exponencial. Según un estudio cita de Millward Brown, la CNNIN (China Network Information Center) estima que más de la mitad de los usuarios de Internet fueron bloggers activos en 2009. Otro estudio más antiguo de Universal McCann calculaba que en 2008 ya existían unos 184 millones de blogs con un crecimiento de entre 120.000 y los 150.000 nuevos blogs al día. Antonio Cambronero habla en su blog de unos 3,5 millones de blogs sólo en España, y una proyección mundial que podría llegar hasta los 152 millones. Faltaría por analizar cuántos de esos blogs se mantienen en activo, como bien apunta @ajovin en Twitter pero, sea como sea, la verdad es que las cifras son mareantes y superan a toda nuestra capacidad de asimilación.
Decía Milan Kundera en La Insoportable Levedad del Ser que «la cultura sucumbe ante el peso de la sobreproducción«. Me temo que esto pueda ser una realidad que esté afectando también a la blogosfera. Raro es el día en el que no nos encontramos con 5, 10, 25 nuevos posts interesantes que nos gustaría leer aunque nuestra agenda no nos lo permita. Nuestras suscripciones a RSS están repletas de enlaces pendientes de ser abiertos. Cada vez hay más y más gente que escribe, y muy bien, sobre temas de nuestro interés y esto nos empuja a engullir rápidamente tanto post como nos es posible, recurriendo a lecturas en diagonal, superficiales, sin profundizar en la esencia del contenido. Y de comentar ya ni hablamos…
Tanto Bueno, Tanto Malo
Sin embargo, camuflado entre tanta buena lectura, también se esconde un buen puñado de basura. Las malas prácticas que, por exceso de ansias mercantilistas o por defecto de habilidad literaria, producen artículos de pésima calidad proliferan a igual o superior velocidad que el crecimiento de la blogosfera. Y con ellos, se extiende un daño irreparable hacia toda la red. Porque si es duro no disponer de tiempo para poder leer todo lo que te interesaría revisar a fondo, mucho peor es abrir algunos posts de títulos grandilocuentes y encontrarte con la triste realidad que esconden. Sobre todo porque te están robando tiempo para visitar otros blogs que sí merecen la pena.
Se extienden por la blogosfera malas prácticas que erosionan la imagen de todos nosotros. Algunos posts apenas contienen un par de palabras que no estén enlazadas o no hayan sido etiquetadas; construir un blog con el único propósito de construir SEO es algo que molesta tanto como oír una canción de los Beatles transformada en una melodía prefabricada para ascensores. Duele, de verdad.
Otro tanto podría decirse de los blogueros comerciales, aquellos que se venden a todo paganini que acepte subvencionarle unas cuantas frases escritas sin corazón, sin alma, sin pasión. Y se nota, queridos, vaya si se nota. Espronceda nunca escribió un folleto comercial ni Julio César voceó las rebajas de un gran almacén; ningún buen orador o escritor se ha rebajado jamás a vender su pluma a cambio de treinta monedas de plata.
Evidentemente, esta gente no entra en esta categoría ni de lejos. Y los dobles dígitos en las tasas de paro empujan a mucho desesperado a buscar nuevos caminos para ganarse las lentejas pero el hecho es que tanta mediocridad no hace sino perjudicar la imagen pública de la blogosfera. Otro cantar son las marcas que entran en estas prácticas… Nadie en su sano juicio puede pretender construir credibilidad pagando a otros para que escriban al dictado sobre lo que les va a suponer un beneficio. Sugerir, proponer y contar a un bloguero o bloguera no es ni de lejos lo mismo que comprar un post a tanto la docena de palabras. Si los buscadores de SEO duelen, éstos últimos directamente hieden.
Pero si estas prácticas son generalizadamente señaladas con el dedo y acusadas de vergonzosas y rastreras, hay otras que, sin llegar a caer tan bajo, suponen igualmente un dolor a los ojos de quienes se las encuentran…
La Bauhaus hablaba de aquello de «menos es mas». Pero eso se debe, entre otras cuestiones estéticas, a que la Bauhaus nunca llegó a convivir con los blogs… Hoy en día es frecuente encontrarte con posts en los que es difícil hallar una sola idea dada la escasez de palabras usadas. Hace un tiempo me pareció leer a algún genio – que evidentemente no merece ni siquiera ser nombrado – que un post bien construido no debía exceder de las 500 palabras. Ignoro de qué proscrita ciencia extraía tales conclusiones gratuitas, pero todavía me hierve la sangre cuando recuerdo semejante sandez y veo lo extendida que hoy se encuentra. Una buena idea se merece un desarrollo suficientemente claro; un buen tema requiere de una exposición todo lo amplia que consideremos. Limitarnos nuestra capacidad de escritura sólo por el hecho de querer agradar a un par de vagos no es de recibo.
Aceptémoslo: para escribir cuatro tonterías ya tenemos a las redes sociales. Twitter se basta con 140 caracteres; si quieres más espacio, puedes tirar de Facebook o Tuenti. Pero un blog es – debería ser – algo mucho más serio. No imagino a Pérez Galdós resumiendo sus Episodios Nacionales en un folleto de veinte páginas. Ni a Cela reescribiendo La Colmena en página y media. Ni a ninguno de estos lumbreras con tendencia a la vagancia absoluta incluyendo una sola idea interesante en sus microposts, tan reducidos como sus micromiras. En veinte lineas no se puede expresar y desarrollar una idea interesante. Por mucha capacidad sintética que tengas. Decir cuatro obviedades no es escribir un blog ni merecen ser leídas.
Muchos de estos blogueros, sorprendentemente, sí tienen una maravillosa capacidad para construir títulos sugerentes y atractivos lo que me hace pensar que, en lo más profundo de sus mentes tiene que existir vida inteligente. Entonces, ¿a qué se debe ese minimalismo literario y de ideas? ¿A una pereza innata? ¿Al miedo a perder audiencia si se extienden demasiado?
Un bloguero que se preocupa por atraer audiencia y retenerla a cualquier precio en vez de por defender sus ideas y expresarlas correctamente, por crear opinión o desarrollar contenidos inteligentes, innovadores, artísticos, creativos, no merece ser llamado bloguero, merece pertenecer a la familia de los moluscos.
Nadie tiene la potestad para definir qué es un blog y que no lo es aunque la costumbre y la práctica nos ha llevado a asumir una cierta realidad sobre lo que se entiende como un blog en condiciones. Pero juntar treinta, cuarenta, ciento veinte palabras de cualquier modo, casi al azar, para expresar una milésima parte de un pensamiento no entran dentro de lo que yo entiendo como blogear.
Folletos tendenciosos comprados por marcas, generadores de trafico sin escrúpulos y redactores que nacieron cansados son aquella parte prescindible y bochornosa de la blogosfera; ensucian y difaman la Red cuando sus teclados abortan tantos claros ejemplos de lo que no es un blog y jamás estará a la altura de serlo.
O al menos, eso pienso yo.
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